jueves, 6 de noviembre de 2008

¿De algo tienen que servir las tormentas?

De algo tienen que servir las tormentas.

Hace unos días pasaba desapercibido en ese perdido bar de pueblo, luego de dos vasos ya parecía que había perdido por lo menos 10 años. Ese vaso sucio me enseñó a olvidar la jovialidad y sus piernas. Luego de 4 vasos y 30 años, mi alma curtida  perdió el sentido. El anonimato desaparece cuando te extravías entre tus ojeras.

Un extraño se acerca queriendo conversar, no entiende lo implacable de aquel vaso desafortunado. No entiende los garabatos hechos con un lápiz desecho sobre una servilleta.  Le dije que no se entrometiera, mis puños trataron de enfatizar mi punto. Pero ya era 40 años más viejo, de ojos opacos, no me quedaba mucho más que hacer.

Ese día un vaso sucio me succiono mi juventud, ese día te llame para pedir ayuda sin querer y sin querer nadie contestó. Hoy pienso que de algo tienen que servir las tormentas.

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