Miles
Otro día comienza en la vida de Miles, como todas las mañanas su mayor emoción es que aún despierta con su erección matutina. Inequívoca señal de que algo sigue vivo en su libido. En su sistema jerárquico su libertad consiste en sólo escoger que ropa usará aquel día, todo su destino lo dominan fuerzas que él no es capaz de imaginar. Únicamente la rutina da propósito a su día.
No hay mucho más que decir de Miles, es de esas personas que posee la habilidad de pasar inadvertido entre la multitud. De esas personas que a falta de singularidades se les atribuye un rico mundo interior.
El día avanza lento como suele hacerlo, el mundo gira en anonimato. En la tarde de este día, tan monótono, un gesto descoloca a Miles. Una chica con mirada rebelde y gracia en su caminar fija su atención en él. Su fijación se clava como estacas en la coraza de Miles, ella se acerca y lo saluda lo más cordial que puede. Él, como es de esperarse, sólo responde con monosílabos. Su gran oportunidad se desvanece a cada minuto y lo sabe. Su vida ha sido rutina mientras que su deseo ha sido salir de ella. Justo en este momento, no antes ni tampoco será después sino que ahora, se decidirá lo que será el resto de su vida, mejor dicho lo poco que queda de ella. Pero la rutina esta tan metida en su médula que la chica avergonzada por su osadía se marcha dejándolo a él en un shock existencial.
Esa noche los pensamientos y pesadillas acosaron a Miles. Esa noche algo se murió y él no se dio cuenta. A la mañana siguiente ya no quedaban emociones, ni siquiera quedaba su erección matutina. Sólo se escuchaban en sus sueños el ruido de los engranajes del sistema, cualquier otra chispa que quedaba se apagó con la sonrisa de aquella chica.